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¿VIVIR EN CUARENTENA?

Por: Federico Dupont


La virtualidad nos ha exigido repensarnos el espacio. Los cuartos, espacios que solo se habitaban de noche y de madrugada ahora son espacios de permanente actividad. El entorno de la casa se ha construido por primera vez en muchos años; cada une en su cuarto, pero juntes. Michelle vive su día a otro ritmo. Sus saltos emocionados, sus ojos que se iluminan cada vez que ve que seguimos acá; que no nos hemos ido. Sus largas horas de soledad ya no existen. Sus ladridos hacen parte de la banda sonora de reuniones y clases. Su sonrisa y lengua alegran todas las frías mañanas.

El ritmo de hoy es constante, intenso, sin respiros. Clase de 8,11,2 y 5. Reuniones en 5 espacios de la casa. Un trabajador que no tiene buen internet. Una profesora que va más rápido de lo que alcanzo a copiar. La ansiedad se siente sobre todo en el segundo piso. Un trabajador que no ha hecho su trabajo; “Mande la carta.” “mándela ya.” “No entiendo porque no la ha mandado acaso no entiende.” Un participante en un foro que no apaga su micrófono. A lo lejos un noticiero y varias voces. Michelle haciendo de esta banda sonora multisituada con sus ladridos. Clases vacías, pero con más de 50 “participantes”. El cantar de los pájaros de las montañas se intensifica por estas horas, todavía no sé por qué. La tetera, un pitido que anuncia, una alarma que interrumpe todo por un segundo.

Silencio.

Un ruido a lo lejos que anuncia un cambio. Una partida. El individualismo que se vivía con intensidad detrás de 4 paredes y una pantalla, se rompe. La salida de la familia a la sala de estar. La luz se ha ido y con ella todo ha cambiado. La colectividad de miradas preocupadas. Los reclamos constantes. La rabia colectiva hace que el ambiente sea más denso. Que los espacios sean más difíciles de atravesar. El ladrido se detiene, se cuestiona lo que está pasando: ¿me van a sacar? No entiendo nada.

La intensidad del trabajo individual se traslada a los celulares y a las redes. Hablarle de manera pública a una empresa a través de una tormenta de trinos hace que la rabia colectiva se incremente. Grupos de Whatsapp con más de 80 notificaciones. Como si se tratase de un cuerno de guerra, los algoritmos mágicos y místicos de Twitter convocan a cientos. ¿Esta es la potencialidad oculta detrás de las redes? Una forma de protesta masiva, coordinada y visible para un amplio público. ¿pero acaso sí puede tener efectos? ¿quién tendría el beneficio de acceder a ellos? ¿puede la tecnología en sí misma tener agencia? ¿puede una serie de trinos tener agencia? ¿Cómo medimos la agencia de un trino? ¿de una avalancha? Los minutos y muchas veces horas que mi abuela se queda escuchando canciones de espera, minutos de confirmación o cortes de llamadas ahora se viven de manera diferente.

La tecnología nos da una inmediatez que todavía parece ser algo mágico. Al otro lado de la pantalla una persona ¿o un bot? responde sin información, pero con rapidez. Los tiempos de las redes nos meten en un ritmo diferente al de la realidad. Pero si detrás de las pantallas somos personas ¿o no? ¿Qué nos exigen estos tiempos? Hablar con otres me puede ayudar para profundizar lo anterior.

La pregunta de la socióloga Judy Wajcman, en su libro Pressured for time, tiene aún más relevancia en este entorno. Wajcman argumenta que la tecnología de la última década desde su intención de optimizar procesos, dentro de lógicas de la eficacia, pretendía darnos más tiempo, pero lo anterior no es cierto cuando vemos que el aumento de la virtualidad nos ha exacerbado los ritmos. Nos ha hecho estar más ocupades, más preocupades, más ansioses. ¿Por qué recaemos y confiamos tanto en que los dispositivos digitales nos van a dar más tiempo y calma, pero los culpamos por quitarnos tiempo y calma?

Por otro lado, retomando los postulados de Mark Fisher en su libro Capitalist Realism: ¿Podemos pensar un mundo sin las llamadas nuevas tecnologías? ¿podemos pensarnos fuera de los computadores, de los smartphones siendo estudiantes virtuales? ¿Cómo estudiantes virtuales es más fácil imaginar el final del mundo que el final de la virtualidad o la conectividad? Esta etapa del capitalismo virtual en la que estamos viviendo intensifica la inescapabilidad del capitalismo de la que tanto hablaba Fisher. Estas preguntas me surgen de distinta manera con la venta masiva de tapabocas, caretas y guantes que suben de precio con cada cifra nueva que ofrece el INS.

El capitalismo siempre se reinventa. A través de la virtualidad, la higienización, los domicilios, de los dispositivos, de la comida, del pánico, del estrés, de mi familia, de mi vida.

Me sudan las manos de pensar en esto. Escribiendo en mi libreta verde escucho una conferencia, tengo 8 ventanas abiertas y dos lecturas en mi escritorio. La presión es inescapable. ¿Cómo escapar? ¿resistir? Siento que escribir es escapar. Pero escribir no será siempre la solución. Hasta cuando no lo sea mantendré este diario verde para ayudarme a sentir vivo. A desahogarme. A vivir.

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