top of page
Foto del escritorestudiantes

CORTA ETNOGRAFÍA DE UNA EPS -David Rincón

Actualizado: 24 ago 2020

(Breve descripción de la oficina de una EPS mientras esperaba mi turno para ser atendido)


La oficina de una Entidad Promotora de Salud, o EPS -siglas congénitas a las tutelas en Colombia-, se presenta replegada en sí misma, decadente dueña de la salud de los desafortunados visitantes a su fiesta médico-administrativa. Cromáticamente uniformes, las baldosas cuadradas, prestas a soportar no sólo el peso físico de enfermos y sanos por igual sino sus pesares emocionales también, apenas tocan los ejes de las paredes ornamentadas por panfletos con información que nadie lee. Los muros, a su vez, se encuentran con el techo para así consolidar los confines físicos del banquete de la ineficiencia y el desespero.

Todos estos elementos espaciales se visten de un blanco pálido, trémulo, tímido y pusilánime; mostrando ínfulas de pureza y elegancia diametralmente opuestas a las relaciones socio burocráticas que en aquel lugar se llevan a cabo.


Los visitantes que osen cruzar el umbral del reino al que muchos entran y pocos salen, son la viva representación de una realidad condenada a estar siempre incompleta. Los rostros lánguidos y macerados por la dureza de haber nacido en el país del sagrado corazón de Jesús encaran todos hacia el largo escritorio donde cuatro empleados finamente uniformados empotran sus miradas en los monitores y de vez en cuando sueltan graznidos de urraca compuestos de nombres y apellidos mestizos, llamando uno por uno a los letárgicos usuarios, dando la tan esperada señal para que se encuentren con su destino. Es ese el momento tan anhelado y temido por todos: ese instante justifica la larga espera en un ambiente hostil y familiar para el usuario. Cualquier noticia, buena o mala, se recibe de igual modo, pues ya el mundo de afuera, con su agresividad latente, ha moldeado una resiliencia emocional digna de un guerrero espartano en la imprenta mental del colombiano.


Si hay una figura recurrente en la oficina de una EPS, esa debe ser la del niño. Sea en brazos de sus madres (en muchos casos solteras, cabezas de hogar, auténticas heroínas de una vida que no escogieron) o recorriendo las mismas cuatro baldosas una y otra vez, el niño es inherente al paisaje. Hace parte de él como las paredes blancas y los botellones de agua vacíos. No hay EPS sin niño. Entre risas, juegos inocentes, lloriqueos y preguntas sin respuesta, el niño es la quintaesencia del desespero reprimido que produce el lugar. Sin saber por qué ni para qué, el niño se pasea impacientemente entre sillas y materas con plantas artificiales, mirando con relativa frecuencia el rostro de su madre que analiza meticulosamente los movimientos de los cuatro jueces inflexibles al otro lado del escritorio. No ve la hora de salir de ese recinto lóbrego y monótono.


Aunque es figura importante, el niño no tiene la ubicuidad y omnipotencia de los Documentos. Y son Documentos con d mayúscula, como se escribe Dios. Estén en las manos o las axilas húmedas de los cansados usuarios, los Documentos en una EPS tienen la potestad del mismo Dios de decidir sobre la vida de los miserables mortales. Una firma, un número, una fecha o un daño involuntario al papel definen la delgada línea entre ser atendido o no, entre cura y enfermedad, entre vida y muerte. De esta manera, el Documento no es garantía de nada. No se sabe de qué lado está. Es Eros y Tánatos, cielo y tierra, ser y nada. La incertidumbre es absoluta y se transforma en miedo, el cual se exacerba a causa de la espera interminable entre niños, bramidos desaforados de los cuatro oidores al otro lado del escritorio y anécdotas desdichadas de los otros usuarios: es este un miedo auténticamente colombiano, poseedor de las almas de sus habitantes de a pie, seres vivientes de lo inverosímil y la tragedia humana. La oficina de una EPS es el epítome del país que las mal parió.

17 visualizaciones0 comentarios

Comments


bottom of page