Por: Annette Pérez
Siempre me ha asombrado la dualidad que tiene esta generación estudiantil; estamos en las mejores universidades, pero a veces solo nos alcanza para almorzar una empanada. Algunos pagan por un servicio que no quieren recibir y otros reciben un servicio que no pueden pagar. Ese sigue siendo nuestro realismo mágico, nuestro encanto latinoamericano y colombiano.
Somos capaces de doblar nuestras realidades y percepciones a nuestro gusto y repitiendo los errores de nuestros ancestros para, después de estar invadidos de información, ir a explotar en redes sociales con videos y artículos de sitios, realidades y personas que nunca hemos conocido. Para mí esto no es una crítica, es una angustia personal.
¿Cómo encontrar formas de ir al grano sin dejar de ser políticamente correcto? ¿Cómo dejar de hablar desde el privilegio y empezar a acompañar desde la empatía?
Y entre tantas dudas de si aplazar o no aplazar (porque puede que nos atrasemos en nuestro afán de alcanzar el tiempo), de si realmente tendremos lo necesario para salir de esta crisis o más familias seguirán perdiendo almas por el ego y la incompetencia de otros , de nadar contra corriente y transformarme en la mejor versión de mí o dejar que fluyan las cosas y no caer en ese productividad tóxica que nos hemos engendrado, respiro y entro en la noción de que mientras se pueda mirar el cielo y hacer reflexiones de este calibre de inmadurez, hay posibilidades de servir a los demás sin dejar de honrarse así mismo.
Ese es mi privilegio; nadar en un mundo de preocupaciones desde mi hogar y con la calma que no todos suelen tener, agradecer por ello y reorganizar esas energías mal puestas al servicio de otros. Sin ponerlo en Instagram, sin grabarlo, sin una palmadita en la espalda, sin romantizar las dificultades de otros, sino más bien, como quien entiende que la salud y los sueños de otros se interceptan con los propios. Cómo quien entiende que con una construcción interna constante, más que explosiva o motivada por #retos, podremos abrazar el estar adentro, el tener la oportunidad de no distraernos con presentes que no nunca tuvimos tiempo de resolver cuando no había virus.
Finalmente, cada vez que me siento encrucijada de no hacer lo suficiente, pienso en una frase dicha por Martin Luther King Jr, que le recuerda a mi ego que no todos podemos ser famosos, pero todos podemos ser grandes, porque la grandeza está determinada por el servicio. Para mi esto es suficiente, para seguir preocupándome, seguir creciendo, seguir trabajando por lo que me importa y seguir aprendiendo de mis embarradas.
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